11 años. Ese fue el tiempo exacto que se tardó en concebir, cultivar y madurar un vino creado para recibir el nombre de Casa da Passarella y perpetuar nuestro patrimonio, que abarca más de un siglo. Porque en realidad lleva consigo la responsabilidad de más de 130 años de nuestra historia. Nació de nuestros siete viñedos propios, que incluyen varias parcelas centenarias, y que cuentan con una variedad inusual de más de 20 variedades de uva autóctonas, como era habitual en las primeras décadas del siglo XX.

Nunca se sabrá si fue el clima, si fue la tierra.

Si fue el talento de la gente que pasó por aquí y sus apasionadas historias y personalidades. O si fue pura y simple suerte. Esa misma suerte que hizo que todo se juntara, en el mismo lugar, en el momento adecuado, como una bendición de planetas alineados, de sol y lluvia y de la curiosidad de los hombres.

Pero una cosa es cierta. Silenciosa e imponente, la vieja montaña ha visto nacer grandes vinos en este pedazo de tierra del Dão a sus pies. Y si para ella un siglo y medio es casi nada, en el tiempo de los hombres han pasado muchas cosas desde que se plantó la primera viña y se puso la primera piedra de la Casa, en algún momento de las últimas décadas del siglo XIX.

En tiempos de guerra y de paz, de partidas y llegadas, de esplendor y olvido, las tierras de los Passarella han visto escribirse la historia, por muchos autores de talento, pero siempre con su sangre: el vino.

Tal vez las leyendas no existan y sean, después de todo, ciertas. Tal vez la historia se repita. O, simple y llanamente, puede que la suerte siga de nuestro lado.

En cualquier caso, con la tierra como página en blanco, seguiremos escribiendo nuestras líneas, cosecha tras cosecha.

Del mismo modo que el Dão es legendario, tanto por sus recuerdos como por la aparente naturalidad para producir néctares que los hombres no olvidan, Casa da Passarella vuelve a poner su nombre en boca del mundo - que, en nuestra humilde opinión, es precisamente donde deben estar los grandes vinos.