Durante siglos, los viticultores de champán han sabido encontrar, desbrozar y plantar las parcelas más propicias para el cultivo de la vid. Mucho antes de la efervescencia, el terruño era reconocido y el vino ya fluía mucho más allá de las fronteras de la Vieja Francia.

Gracias a la magia de las burbujas y al trabajo de los hombres, los vinos de Champaña ganaron en ligereza, en finura, para mostrar finalmente su espíritu, el espíritu de los hombres. En los tiempos modernos, con el desarrollo de la tecnología, los elementos cambiantes y la compresión del tiempo, los hombres pueden correr el riesgo de olvidarlo.

Respeto del terruño: la vid.
No debemos olvidar que el terruño no es inmutable, que nuestro patrimonio común de Champaña es un patrimonio frágil, y que nuestros vinos para evocar el sueño necesitan estar hechos de uvas bellas y grandes. En este contexto intentamos, sin filantropía, elaborar Champagnes donde el terruño transpire favoreciendo la variación de los placeres y donde las burbujas se agiten y revoloteen mientras se bañan en Vino.

Trabajamos cada día para abandonar ciertas prácticas, ciertos reflejos de una viticultura a veces descerebrada. El respeto por los suelos se traduce en una voluntad de favorecer la vida que reina aquí prohibiendo todos los herbicidas de raíz, y prohibiendo todos los abonos que podrían distorsionar la mineralidad natural... y por tanto la expresión del terruño.